Los hijos tienen mejor memoria que los padres

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De hecho, una investigación viene a confirmar que no puede aplicarse a la memoria de trabajo visual. El estudio, realizado por un grupo de psicólogos de la Universidad de Iowa, concluye que los niños tienen un límite sobre lo que pueden ver y recordar en un momento dado, de acuerdo con los resultados obtenidos en las pruebas realizadas con las que se ha podido observar el interior del cerebro a través de la utilización de técnicas de neuroimagen óptica. [Ver cursos de Psicología]



Con estas técnicas, el grupo de investigadores ha podido determinar que los niños de tres años de edad pueden retener un máximo de 1,3 objetos en la memoria de trabajo visual, mientras que a la edad de cuatro años esta capacidad de alcance aumenta, llegando a 1,8 objetos. Sin embargo, la memoria de trabajo visual estaría por debajo de los padres, que contienen de tres a cuatro objetos como máximo, de acuerdo con datos de estudios anteriores.



Esta investigación, la primera que se desarrolla en niños de tres y cuatro años de edad, permite obtener más información relevante sobre la memoria de trabajo visual en los niños, ya que este tipo de memoria esta relacionado con una gran variedad de trastornos de la infancia como, por ejemplo, el trastorno de atención con hiperactividad, el autismo o el trastorno de desarrollo de la coordinación, afectando también a los niños que nacen prematuramente.



De esta manera, con los resultados de esta investigación, que se ha publicado recientemente en la revista Neuroimage, el objetivo que se quiere conseguir es poder emplear esta técnica de imágenes cerebrales para poder detectar los trastornos antes de que se manifiesten en el comportamiento de los niños en el futuro.



Y es que, según explica John Spencer, profesor de psicología y miembro de este grupo de investigadores, “los niños a una edad temprana pueden comportarse igual pero, si se es capaz de distinguir estos problemas en el cerebro, es posible que se pueda intervenir de forma temprana y que los niños tengan una trayectoria más estándar” que los padres.



Los resultados de esta investigación son también importantes porque otros estudios anteriores habían dado buenos resultados con padres, pero no con niños, sobre todo, los más jóvenes. En estos estudios se emplearon imágenes de resonancia magnética (fMRI) que permitieron conocer las redes neuronales en esta función de los padres, si bien se dificultaba su compresión en el caso de los niños. Un motivo por el que este equipo de investigadores de la Universidad de Iowa volvió a emplear la espectroscopia de infrarrojo cercano funcional (fNIRS), que no había sido utilizada hasta ahora con los niños de tan corta edad, a pesar de estar disponible desde los años 60.



Con la fNIRS, los investigadores han podido registrar la actividad neuronal mediante la medición de la diferencia en las concentraciones de sangre oxigenada en cualquier lugar del cerebro en el que, al activarse una región, las neuronas devoran el oxígeno en la sangre por lo que precisan de otro envío de la sangre rica en oxígeno para seguir adelante. De esta manera, los fNIRS han facilitado conocer el contraste entre la sangre rica y la pobre en oxígeno para medir qué área del cerebro está pasando rápidamente en un punto en el tiempo.



Para hacer estas mediciones, el equipo de investigadores equipó a los niños con un gorro, similar al que se emplea en actividades como el esquí, en los que había cables de fibra óptica. Una vez con este gorro, los niños jugaban un juego de ordenador en el que se mostraba una tarjeta que contenía de uno a tres objetos de diferentes formas durante dos segundos. Tras una pausa de un segundo, los niños vieron una tarjeta con los mismos o diferentes objetivos sobre los que tenían que responder si los habían visto o no previamente.



Esta prueba permitió conocer que la actividad neuronal en la corteza frontal derecha era un importante barómetro de mayor capacidad de memoria de trabajo visual en ambos grupos de edad, lo que puede ser de ayuda para que los médicos evalúen la memoria de trabajo visual de los niños a una edad más temprana y trabajarla con los que presenten una capacidad inferior a la media.



Además, las pruebas mostraron que los niños de cuatro años tienen un uso mayor que los de tres años en la corteza parietal, que se considera que es la que orienta en atención espacial. Este dato sugiere que las mejoras en el rendimiento se acompañan de aumentos en la respuesta neuronal. Un aspecto este último sobre el que los investigadores seguirán trabajando.



En esta investigación también han participado investigadores del Hospital General de Massachusetts y de la Escuela Médica de Harvard, así como el investigador Nicholas Fox. Para su desarrollo se ha contado con financiación de los institutos nacionales de salud y del Laboratorio de Imágenes Infantil del Centro Delta.

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